viernes, octubre 28, 2005

Amanecer de un mes de julio



Espigas de trigo brotan

de mi exangüe cráneo

y las raíces se hunden

donde antes hubo pensamientos,

sueños, sencillos

y sinceros sueños,

tal como la vida debiera serlo.

Atravesando las cuencas

vacías de mis ojos

reptan buscando el sustento,

rojo a fuego, un hálito de vida

entre oxidados hierros

que generaciones de herreros

forjando estuvieron.

Y un hongo en la garganta

impide que exhale, que de ella

escape, un sereno

último suspiro o agonizante

grito de dolor y terror

ante la incomprensión

de la inmensidad de aquello

que jamás entenderemos.