Amanecer de un mes de julio
Espigas de trigo brotan
de mi exangüe cráneo
y las raíces se hunden
donde antes hubo pensamientos,
sueños, sencillos
y sinceros sueños,
tal como la vida debiera serlo.
Atravesando las cuencas
vacías de mis ojos
reptan buscando el sustento,
rojo a fuego, un hálito de vida
entre oxidados hierros
que generaciones de herreros
forjando estuvieron.
Y un hongo en la garganta
impide que exhale, que de ella
escape, un sereno
último suspiro o agonizante
grito de dolor y terror
ante la incomprensión
de la inmensidad de aquello
que jamás entenderemos.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home