martes, octubre 11, 2005

Sobre ejércitos (humanitarios) y engranajes de la maquinaria

Un ruido atronador surge entre las grises nubes que cubren el cielo madrileño. Los helicópteros militares atraviesan la ciudad. Durante los últimos días ha sido habitual ver sobrevolar sobre nuestras cabezas esos gigantescos pájaros de fuego. Pero, debemos estar tranquilos, no hay nada de que preocuparse. No hay ninguna guerra -aparente-. No es una escena de Apocalypse Now, esto recuerda más bien a 1984.

Hoy, las guerras tienen lugar muy lejos y –más frecuentemente- ni siquiera tienen lugar, a pesar de que haya ejércitos (humanitarios) y víctimas (colaterales). No son guerras: son intervenciones humanitarias, son operaciones de control de fronteras. Cirujía democrática. La guerra ha sido abolida por la justicia infinita y la libertad duradera. La guerra como (no)guerra, el equivalente al “LA GUERRA ES LA PAZ” que podía leerse en la fachada del Ministerio de la Verdad de la novela de Orwell. Pero, la distopía de Orwell se quedó corta, a pesar de que nos digan lo contrario. No vivimos en el sombrío y gris totalitarismo que dibujó Orwell, es cierto. Pero ese es precisamente el error de Orwell, no se dio cuenta que el nazismo y el estalinismo eran vías muertas, el triunfo del totalitarismo no vendría de su mano, sino de aquello que se pensaba era su contrario. El totalitarismo de nuestra época se fundamenta en el pluralismo, en la tolerancia, en la democracia. El totalitarismo pormoderno es festivo y pluricultural: tiene un rostro humano.

Los valores democráticos son los que presidirán hoy, 12 de octubre -día de la Hispanidad (lenguaje totalitario posmoderno), antaño día de la Raza (lenguaje totalitario arcaico)-, el desfile militar al que acudirán miles de ciudadanos, miles de demócratas. Todo un alarde de democracia y de civismo. Se rendirá homenaje a nuestros militares, que participan en misiones humanitarias y que defienden nuestras fronteras, siempre dentro de los límites del Estado de derecho, por supuesto. La democracia en estado puro. Se podrán leer artículos contrarios al desfile –como el de este humilde servidor- y se celebrará alguna manifestación en contra del mismo. Todo dentro de la normalidad. Somos parte del Espéctaculo. Sin los críticos, el nuevo totalitarismo estaría cojo. Nos necesita para justificar su carácter demócrata y tolerante. Somos un juguete en sus manos. ¿Qué sería de una democracia moderna sin sus críticos, sin sus militantes antiglobalización, incluso sin sus black blocks? Es muy triste, pero nuestra oposición es tan estéril que ha llegado a serle útil al sistema.

Y mientras, su ejército (humanitario) defiende nuestras fronteras. ¿Qué significa esto en la época del capitalismo transnacional? No se trata, como pudiera pensarse a primera vista, de una cuestión de ricos y pobres, de norte y de sur. Es una cuestión científico-técnica, como todo en nuestras vidas. Los seres humanos fueron reducidos a objetos hace ya mucho tiempo y como tales objetos son clasificados, ordenados y sometidos a las medidas administrativas que demanda el sistema, esto es, la Megamáquina en que se fue convirtiendo. Y a la Megamáquina no le importa lo que le ocurra a un engranaje cualquiera de su maquinaria, sólo le importa que el funcionamiento general de ésta sea el correcto y, desgraciadamente, así es. El desastre humanitario que vemos cada día por televisión es el desastre de la Humanidad entera. Es la derrota de la Humanidad. Günther Anders ya habló de ello hace muchos años y desde entonces la máquina no ha hecho sino crecer y hacerse más grande y totalitaria, pero a la vez más silenciosa y discreta.

Apelar a valores humanitarios o democráticos para oponerse al sistema es desconocer profundamente la realidad, es retrotaerse a un tiempo pasado –o soñado más bien-. Sería como pedir que el sistema se hiciese el hara-kiri con el mismo puñal que utiliza para mantenernos a raya. Es hora de dejar de seguirle el juego. Es hora de responder o callar. Las tácticas tradicionales no sirven de nada, sólo nos atan más. No cabe más respuesta que una inspirada en los ludditas. Si el sistema es una máquina, destruyamos la máquina. Saboteemos el sistema, agudicemos sus contradicciones, no colaboremos –ni directa ni indirectamente- con él, interrumpamos la economía, no respondamos a sus valores, dejemos de ser engranajes de la maquinaria. Esa es la única forma de no ser cómplices. Es la única forma de salvar a aquellos que llaman al timbre de nuestra puerta y es la única forma de salvarnos a nosotros mismos.

1 Comments:

Blogger Cinzcéu said...

1-La democracia moderna es, sin duda, el mejor sistema posible de gobierno.
2-¿El mejor para quién?, ¿de gobierno de quién sobre qué?.
Lo que pasa es que quienes afirman 1- no suelen preguntarse 2-. ¡Si hasta resulta que USA es democrática!

9:14 a. m.  

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